Por qué es difícil diagnosticar la depresión posparto

La depresión posparto es una afección de salud mental que afecta a algunas madres después del parto. Se estima que alrededor del 10% al 20% de las nuevas madres experimentan síntomas de depresión posparto en algún momento después del nacimiento de su bebé. A menudo se describe como una sensación abrumadora de tristeza, ansiedad y cansancio extremo, que puede dificultar la capacidad de la madre para cuidar y vincularse con su hijo.

Depresión posparto

Pero… ¿Qué hace que sea tan difícil su diagnóstico?

1. La idealización de la maternidad y el instinto: La «felicidad plena» asociada a la maternidad así como la adjudicación del instinto maternal inherente a las mujeres puede representar una barrera para buscar ayuda. La sociedad espera que las mujeres sean capaces de manejar la maternidad sin ningún problema, con ilusión y siempre felices, lo que puede llevar a las madres a sentirse culpables o avergonzadas si experimentan síntomas de trastornos mentales.

2. La figura de la «súper mujer»:  Las madres deben ser capaces de equilibrar muchas responsabilidades al mismo tiempo, incluyendo cuidar de sus criaturas, mantener una casa limpia y organizada, trabajar fuera de casa y ser una buena pareja. Además, se espera que la madre sea capaz de adaptarse sin problemas y con total naturalidad a los cambios propios de la matrescencia, por lo que no recibe el suficiente acompañamiento ni soporte. Estas exigencias son imposibles de alcanzar y puede causar mucho estrés y ansiedad en las madres que sienten que no están a la altura de esta expectativa.  Pueden sentirse frustradas, tristes o decepcionadas por no ser una «súper mamá» y, por supuesto, silencian su malestar para no quedar en evidencia ante la comunidad.

3. La sociedad patriarcal. En una sociedad patriarcal, las mujeres asumen el rol de cuidadoras y son responsables del bienestar emocional de los demás, mientras que se minimizan sus propias necesidades emocionales. Esto puede llevar a las madres a ignorar sus propios síntomas de trastornos de ánimo o a sentirse culpables por buscar ayuda ya que incluso suelen ser etiquetados como «locura» o «histeria».

4. Sesgos de género en la ciencia: La investigación sobre trastornos de ánimo a menudo se ha centrado en grupos predominantemente masculinas, lo que ha llevado a la falta de datos y conocimientos específicos sobre los síntomas y tratamientos de estos trastornos en las mujeres, y más específicamente en las madres en periodo de matrescencia. Los estudios clínicos a menudo excluyen a las madres debido a preocupaciones sobre el embarazo y la lactancia, lo que puede limitar el conocimiento sobre cómo los tratamientos afectan a las mujeres.

5. Estereotipos en el diagnósticos: Los estereotipos de la maternidad pueden llevar a los profesionales de la salud a minimizar los síntomas de salud mental y, a las propias madres, puede conducirlas a ignorarlos ya que, por ejemplo, la tristeza, el agotamiento o la apatía, suelen considerarse como una experiencia normal de la maternidad, en lugar de ser vista como un trastorno de ánimo grave que requiere tratamiento.

6. Perspectiva filosófica: Desde la perspectiva filosófica, existe una tendencia a pensar en la salud mental como algo que es controlado únicamente por la voluntad individual. Esta idea se basa en una filosofía que enfatiza el control y la autonomía del individuo, y puede llevar a la creencia de que las personas que sufren de trastornos de ánimo simplemente necesitan esforzarse más para superar sus problemas. Esta idea puede ser especialmente perjudicial para las madres, ya que puede hacer que se sientan culpables por no ser capaces de controlar sus emociones y por lo tanto no buscar ayuda profesional.

7. Perspectiva histórica: Desde una perspectiva histórica, la medicina ha tendido a centrarse en la salud física y ha descuidado la salud mental. En el pasado, los trastornos de ánimo en las mujeres eran vistos como una manifestación de su «naturaleza femenina» y se les restaba importancia. Aún en la actualidad es válido y socialmente aceptado ir por ejemplo al dermatólogo, pero no lo es acudir al psicólogo o psiquiátra. Esto ha llevado a una cultura de descuido de la salud mental de las madres y una tendencia a minimizar sus síntomas.

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