Meditar también es para ti, y Dana te enseña cómo. Seguramente has escuchado que la meditación puede tener un efecto muy beneficioso: ayudarte a dormir, calmar tus estados de ánimo más extremos… No obstante, si estás aquí puede que tu respuesta inmediata ante todas esas ventajas haya sido “pero meditar no es lo mío”.
Así que te proponemos dedicar unos minutos a observar algunos de los obstáculos que pueden surgir antes o durante tu práctica. Puedes estar segura que para cada uno de ellos encontrarás una solución. Lo importante es darse cuenta y utilizar la estrategia que mejor te vaya en cada momento.
1. ¿Qué necesitas para meditar durante la matrescencia?
Puede ser que tengas una idea preconcebida de lo que necesitas para meditar, o que una vez te has decidido a iniciar tu práctica piensas que todo tiene que ir bien, sin incomodidades, y con la mente y el cuerpo predispuesto a ello sin más… y al ver que no era así, te hayas rendido.
Tenemos que decirte que no siempre es así. De hecho, una parte importante de la práctica de meditar es conectar con lo que sientes, en cómo estás, permitiéndote hacer los ajustes que necesites en cada momento y situación.
El objetivo de la meditación NO es dejar la mente en blanco. Los pensamientos van a aflorar: acéptalos y en ese proceso observarás una nueva experiencia.
También es probable que haya días dónde te resulte más complicado encontrar la postura adecuada; el cuerpo a veces no te acompaña. No te preocupes, vamos a explicarte diferentes posturas.
2. Posturas para meditar durante la maternidad
¿Pensabas que sólo podrías meditar si te sientas en el suelo y en esa posición de loto que en esta etapa de tu vida no es la más cómoda para ti?
Nada de eso. Buscaremos la que más se adapte a tu condición física sin que repercuta en los resultados de tu meditación.
Hay días donde no sabes dónde sentarte, o mejor dicho cuál es el espacio propicio para parar unos minutos y conectar contigo misma. La verdad es que cualquier lugar puede serte útil, pero vamos a explicarte qué condiciones externas podrían ayudarte.
El día que no las encuentres ¡que no sea una excusa! Siempre puedes parar un minuto y respirar.
Y después llega el momento; ¡he conseguido una postura agradable! ¡un espacio inspirador! Y ahora que empiezo a respirar… ¡me estoy durmiendo! De nuevo: no te preocupes… ¿Sabías que es uno de los obstáculos más habituales? Y si no has pasado una buena noche, algo más que frecuente en los principios de la maternidad, puede ser que se intensifique.
Tranquila, vamos a encontrar las mejores estrategias. Tal vez tengamos que cambiar la posición o activar el cuerpo. ¡Vas a descubrir que puedes meditar también caminando!
Otro obstáculo muy habitual cuando nos ponemos a meditar es mantener el foco de atención cuando ya no me queda energía. Tal vez no sea un sueño arrollador, pero la dispersión está muy presente. Y rápidamente surge el pensamiento “¡hoy no puedo!”
Dale una oportunidad, es probable que con el método adecuado una vez finalices te des cuenta que has recuperado algo de esa energía que ahora te falta.
3. ¿Cómo crear el hábito de meditar?
La pregunta del millón… ¿cómo crear un hábito? Es muy frecuente que tengas la intención de meditar cada día, pero te resulte imposible, ¡sobre todo en esta etapa de tu vida donde parece que no tienes nunca un ratito para ti! Pero no dejes que la frustración tome el control: lo seguiremos intentando, con paciencia y con amor.
¿Lista para vencer cualquier obstáculo y disfrutar de todos los beneficios que meditar puede tener para ti en este momento de tu vida?
Prácticas de meditación
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